lunes, 5 de octubre de 2009

Puta

De pie, con el sol a mi espalda, contemplo la vista. Ráfagas de viento mueven armónicamente la alfombra verde de hierba que cubre la llanura, al otro lado del camino de tierra. Arboles a lo lejos. Colinas, cerros, montañas mas lejos aun. Un sonido lejano me hace mirar a mi izquierda. Una nube de polvo se acerca hacia donde estoy.

Un caballo negro, a toda velocidad, avanza en una carrera desbocada. Viene sin ensillar y su capa de pelo negro refleja destellos plateados por el sudor. Puedo ver la tensión de sus músculos. El cabeceo rítmico, arriba y abajo. Los ojos negros, brillantes, abiertos y casi fuera de sus órbitas. La lengua por fuera y el morro lleno de espuma como un perro rabioso. Los agujeros de la nariz como dos cuevas negras. La crin del cuello y la cola ondeando sin control.

Y el sonido. El sonido de los cascos, poderosos, batiendo sobre el suelo. El sonido de la respiración, que como un jadeo agónico, un relincho sordo, busca coger otra bocanada mas de aire.

Se me viene encima y casi me arrolla, pero yo, tranquilo, le dejo pasar a mi lado en su enloquecido galope. Es espectacular verlo pasar. Imposible apartar la mirada. Y, mientras me deja atrás, continua sin descanso hasta que se pierde de vista.
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Sábado. 8:30 AM. De camino al hospital, el autobús callejea, y no me apetece leer el libro que llevo en la mochila. Conecto los cascos al móvil y busco una canción que me despierte un poco. Se donde debo buscar.

“De acero soy de la cabeza a los pies
Y el cielo es solo un trozo de mi piel”

De acero. Extremoduro

Extremoduro es siempre una apuesta segura. Grandes éxitos y fracasos. Episodios I y II. Lógicamente encuentro lo que buscaba, pero hay algo mas. Me pasa siempre. Llevaba mucho tiempo sin escucharlo y de nuevo me engancho. Que fácil soy. Me engancho sobre todo de sus letras. Me engancho a sus guitarras de punteos míticos. Me engancho a una banda de rock duro que no miente nunca. Extremoduro da lo que promete. Sexo, drogas y rock. Lo que otros olvidaron por el camino. Parece tan simple ¿verdad? Dos guitarras, un bajo, una batería y una voz que recita, sin clemencia alguna, canciones arrebatadoras, duras, descarnadas. Frases legendarias que consiguen sacudirme el alma y la mente. La música de Extremoduro es un caballo desbocado, enloquecido.

“Salir, beber, el rollo de siempre.
Meterme mil rayas, hablar con la gente
Llegar a la cama
y joder que guarrada sin ti”

Salir. Extremoduro

Con 18 años, montados en un R12, bajábamos hacia los Valmoriscos, con la música a toda hostia. Ese día Pablo conducía y yo iba a su lado. Mi hermano, mi primo y Use iban detrás. Las cinco de la tarde. Agosto en la Vera. Un sol de justicia nos hacia ir con la ventanillas bajadas. No había aire acondicionado. Comienza a sonar “Extremaydura” y todos gritamos los versos del comienzo. No se escucha la música de las voces que damos. De locos. Continuamos así hasta el final de la canción y cuando acaba estamos espidicos. Somos ese caballo negro del principio.

“Tierra de conquistadores.
No os quedan mas cojones,
si no puedes irte lejos
te quedaras el pellejo”

Extremaydura. Extremoduro

Esto lo repite Juanmi muchas veces. Es lo que hay. Extremadura, mis raíces, es una tierra increíblemente hermosa y difícil, de inviernos gélidos y veranos abrasadores. Llena de contrastes. Demasiados quizás. Pero de esto ya hablaremos otro día.

El circular Enfila Isaac Peral y al fondo veo el San Carlos. Y como si lo hubiera hecho a posta comienza otra canción. Comienza la canción.

"Casi que a la fuerza recorro las horas
y no me encuentra el día si no encuentro su boca
diciendo ¡venga , venga, que me vuelvo loca!.
Y ando entre su pelo y hay un agujero;
me subo a las estrellas y me tiro de cabeza."

Puta. Extremoduro

Postdata: vídeo impresionante, estilo "alguien voló sobre el nido del cuco", con la actuación especial de Adolfo Cabrales Mato, «Fito».


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