sábado, 13 de febrero de 2010

El club de los imposibles

Historia con moraleja.

LA HISTORIA. Soy un adicto a las series. Que os voy a contar que no sepáis. Cuando estoy viendo una, cualquiera de ellas, hay un momento que me encanta. Y sucede en casi todas las que me gustan de verdad. A lo que voy.

El final de una temporada tiene que ser por obligación el momento culminante. Todo se resuelve relativamente (estilo Dexter), o todo queda abierto para la siguiente temporada (estilo perdidos, Battlestar galáctica,…). Pero no es ese momento al que me refiero. Siempre me pasa que cuando estoy llegando al final, ya lo tengo por norma, prefiero verme los dos últimos capítulos seguidos. Soy incapaz de hacerlo de otro modo. Al ver el penúltimo capitulo, no tengo sangre para dejarlo así, por lo que siempre sigo hasta el final. Siempre me trago el último. Siempre aguanto los 40-50 minutos que me quedan, y lo asumo con naturalidad. Es algo ineludible. Una norma no escrita.

Y me cuesta. Tengo que encontrar un periodo de tiempo lo suficientemente amplio (entre una hora y media y dos horas), en el que sepa que no voy a recibir llamadas inoportunas, ni nadie va a querer ver el Clan, ni tenga que irme a algún sitio, o no me vaya a dormir a pesar de las ganas de verlo. Es decir, Despierto, cagado y meado, sin nada que hacer y nadie que te venga a dar el puto coñazo.

El último día tengo que verme, el penúltimo y el último del tirón. Y esto pasa por una razón. Una buena serie, que se precie de ello, tiene que tener un penúltimo capitulo brillante, demoledor, impredecible, angustioso. En el ultimo capitulo de la temporada todo se acaba. Y aunque sabes que continuara, para bien o para mal, la siguiente temporada te traerá nuevos personajes, nuevas tramas, nuevos paisajes,… Será distinta. La gente quiere ver cosas nuevas. El último capitulo de una buena serie, por lo menos yo, siempre acabo con sensación de libro terminado, de hasta otra compañeros, de puerta que se cierra.

Pero el penúltimo capitulo, no. El final del penúltimo capitulo tiene que dejarte el ansia viva, el agobio de no querer parar, la insobornable sensación de que, si no continuas en ese momento, te vas a perder algo. Me encanta cuando a última hora, todo lo que te han contado durante toda una temporada, cobra un nuevo sentido. Da respuesta a infinidad de preguntas, pero deja a los protagonistas en un sin vivir que solo el final de la temporada solucionara. El penúltimo capitulo tiene que tener el regusto del misterio comprendido pero no resuelto. La incertidumbre de asomarse al abismo para casi ver lo que te espera. El desasosiego en el alma y la piel de gallina.

LA MORALEJA. Ayer viernes salí del trabajo, con la sensación de haber vivido el penúltimo capitulo de una temporada mas (y las que me quedan) de la serie de mi vida. Fue una pasada. Emoción, intriga, dolor de barriga.

Como le dijo Gandalf el Blanco a Pippin, antes de la batalla de Minas Tirith “Bien, de nada vale especular sobre lo que traerá el mañana. Pero eso sí, ten la certeza de que por muchos días el mañana será peor que el hoy. Y yo nada más puedo hacer para impedirlo. El tablero está dispuesto, y ya las piezas están en movimiento.”

El tablero estaba más que dispuesto. Desde primeros de Diciembre llevaba puesto encima de la mesa. Blancas a un lado y yo al otro, con negras. Mis peones avanzaron creando espacios. Miguel me dijo un día, primero caballos y después alfiles. Y así lo hice. Me lo tome con calma. No tenía prisa. Me tome mi tiempo para calcular todo. Sabía que no debía ser yo quien lanzase la primera andanada. Prepare la defensa de mis posiciones, y me previne dando los pasos correctos, a mi parecer, para poder enrocarme sin problemas, ante la primera señal de peligro inminente. Han pasado dos meses de preparación, y el momento ha llegado.

Así es. Blancas mueven y atacan. El primer movimiento ofensivo se ha producido, y por esperado no me resulto menos fascinante. El golpe fue seco, pero enérgico. Estaba preparado. Respondí al instante con entereza. Y aunque sabia de que iba el percal, reconozco que me pudo el afán, y pude haber perdido pie y perspectiva. No lo olvides, tío, el corazón caliente, pero el cerebro frío. Joder, casi la cago. Menos mal que mi ángel de la guarda me llamo al móvil.
–¿Donde coño estas?-
-Reunido. Luego te cuento.-
-Vale.-
-Lo siento. ¿Seguimos?-
-No, no. Te tomo la palabra y el lunes seguimos con un par de cañas.-
-De acuerdo.-

Tengo un fin de semana para preparar el siguiente movimiento. Creo que tengo todos los cabos atados y bien atados. Pero en partidas igual de ganadas que esta, Juanmi y Miguel me han dado al final un repaso sin contemplaciones. Deseadme suerte.

“Una herida mortal
Por cada momento de gloria del que podamos disfrutar.”
El club de los imposibles. Bumbury

1 comentario:

  1. Tienes toda la razón con las series, los últimos dos episodios de cada temporada van juntos, imposible no hacerlo así.
    Y efectivamente, corazón caliente, cabeza fría!

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